Cómo construir una cultura de retroalimentación efectiva que fomente el crecimiento personal y profesional

En estos días me puse a recordar a mis maestras y maestros de primaria, secundaria y demás experiencias educativas de mi infancia y juventud. Ya han pasado algunas décadas, y además de recordarles con gusto, me doy cuenta de cómo se mantienen presentes en mi vida. Desde aquellos que me hacían leer un libro al mes para llegar a un libro a la semana, y la verdad que no puedo sino estar más que agradecido, hasta aquellos que, a pesar de esas catalogadas como “malas experiencias”, me dejaron aprendizajes importantes para la vida, como no dejarme llevar por la emoción o por las apariencias.

En cualquier caso, hay varias cosas que me parecen clave de mi experiencia personal con mis maestras y maestros, que hacen que los tenga presentes y hayan dejado una huella en mí:

La exigencia. Algunos, de un carácter más estricto que otros, tenían una forma de exigir clara y constante. Ya fuera leer, escribir, resolver un problema, hacer una investigación, declamar un poema, siempre provocaron que me esforzara mucho más allá de lo habitual. Me exigieron más allá de mi zona de confort, como diría ahora.

Confianza en que podía hacerlo. Todos sabían, o al menos eso me hacían creer, que podría lograrlo. Con su propio estilo, aunque siempre detrás ese amor, me hacían saber que confiaban en que tenía el talento y la capacidad de realizar la tarea, dominar el tema o resolver un examen. Algunos llegaron a obligarme, como mi profesor de matemáticas en la vocacional que me condicionó la calificación a que participara en el concurso de matemáticas de la escuela para después llegar al llamado inter politécnico (y yo ni siquiera me consideraba bueno en matemáticas).

Entender con claridad y profundidad. Mi maestro de español se afanaba en que entendiera lo que no estaba escrito en la historia, a no quedarme solo en la metáfora o el regocijo de las palabras articuladas de forma elocuente. Mi maestro de matemáticas, a comprender cómo se llegaba a una fórmula, en lugar de solo memorizarla y aplicarla. Mi maestra de sociales, empeñada en que pudiera descubrir las relaciones causa-efecto en la historia, las personas, los grupos sociales y el impacto de las rupturas epistemológicas. Ahora lo entiendo todo con mayor claridad.

Si traslado este ejercicio de reflexión a quienes han sido mis jefas y jefes, seguramente encontraría algo similar: exigencia, confianza y claridad, solo que las formas de lograrlo no fueron ni en el aula ni con ejercicios académicos.

Mi encuentro y adopción del coaching me facilita entender cómo lograron mis jefes y líderes que tuve la fortuna de tener, desarrollarme de manera personal y profesional durante mis 30 años de experiencia en el ámbito laboral y profesional: el feedback (la retroalimentación).

A mi generación (la generación X) no nos gusta mucho esto del feedback porque lo asociamos a llamadas de atención o regaños. Sin embargo, una buena retroalimentación conduce a impulsar el desarrollo y el crecimiento de los colaboradores, gracias a que se brinda claridad de lo que se quiere lograr, se le exige al colaborador porque se confía en que puede hacerlo.

Exigencia continua

La exigencia continua es un pilar fundamental en la construcción de una cultura de retroalimentación efectiva. Los líderes deben establecer expectativas claras y desafiantes que empujen a los colaboradores a salir de su zona de confort. Esto no implica una presión desmedida, sino un estímulo constante para que cada individuo alcance su máximo potencial. Las metas deben ser ambiciosas pero alcanzables, y deben estar alineadas con los objetivos generales de la organización.

Confianza en el colaborador

La confianza en que los colaboradores pueden lograr sus objetivos es esencial. Los líderes deben comunicar esta confianza de manera genuina, haciendo saber a sus equipos que creen en sus capacidades. Esta confianza se manifiesta a través del apoyo constante, la disponibilidad para resolver dudas y la creación de un ambiente donde los errores se ven como oportunidades de aprendizaje, no como fracasos. Un líder que confía en su equipo fomenta la autoconfianza y la motivación intrínseca, lo cual es crucial para el crecimiento personal y profesional.

Entender con claridad y profundidad

Para que la retroalimentación sea efectiva, debe estar basada en una comprensión profunda del trabajo, los obstáculos y los resultados. Los líderes deben tomarse el tiempo para entender el contexto en el que operan sus colaboradores, reconocer los desafíos específicos que enfrentan y evaluar con precisión los resultados obtenidos. Esta comprensión permite proporcionar una retroalimentación más relevante y constructiva, que no solo se enfoque en los aspectos negativos, sino que también reconozca los logros y brinde recomendaciones prácticas para la mejora continua.

Implementación de una cultura de retroalimentación

Para implementar una cultura de retroalimentación efectiva, las empresas deben seguir ciertos pasos clave:

1. Formación en habilidades de retroalimentación (feedback): Capacitar a los líderes y empleados en cómo dar y recibir retroalimentación de manera constructiva y respetuosa.

2. Establecimiento de canales de comunicación abiertos: Fomentar un ambiente donde los colaboradores se sientan cómodos compartiendo sus inquietudes y sugerencias sin temor a represalias.

3. Fomentar la retroalimentación bidireccional: No solo los líderes deben dar retroalimentación, sino que también deben estar abiertos a recibirla de sus equipos, promoviendo así una cultura de mejora continua.

4. Incorporar la retroalimentación en los procesos diarios: Integrar la retroalimentación como una práctica regular, no solo durante las evaluaciones de desempeño formales, sino en el día a día del trabajo.

5. Reconocimiento y celebración de logros: Asegurarse de que la retroalimentación no se centre solo en áreas de mejora, sino también en reconocer y celebrar los éxitos y progresos; reconocer las fortalezas del colaborador, lo que ya está haciendo bien, para mantenerlo y prosperar.

Beneficios de Implementar una Cultura de Retroalimentación Efectiva

Implementar una cultura de retroalimentación efectiva trae consigo numerosos beneficios tanto para los empleados como para la organización. En primer lugar, mejora la satisfacción y el compromiso de los empleados, ya que se sienten valorados y escuchados, lo que reduce la rotación y aumenta la retención de talento. Además, la retroalimentación continua fomenta el desarrollo profesional y personal de los colaboradores, ayudándoles a identificar sus fortalezas y áreas de mejora, lo que conduce a un desempeño individual más elevado.

Por otro lado, una cultura de retroalimentación efectiva impulsa la innovación y la creatividad dentro de la organización. Cuando los empleados se sienten seguros para expresar sus ideas y recibir críticas constructivas, es más probable que contribuyan con soluciones innovadoras a los problemas. Asimismo, promueve la transparencia y la confianza entre los miembros del equipo y los líderes, mejorando la comunicación y la colaboración.

Desde una perspectiva organizacional, la retroalimentación regular ayuda a alinear los objetivos individuales con los objetivos estratégicos de la empresa, asegurando que todos trabajen hacia las mismas metas. Esto aumenta la eficiencia y la productividad, ya que los empleados tienen una comprensión clara de lo que se espera de ellos y cómo su trabajo contribuye al éxito global de la organización. En última instancia, una cultura de retroalimentación efectiva fortalece la resiliencia y la capacidad de adaptación de la empresa, preparándola mejor para enfrentar cambios y desafíos en el entorno empresarial.

En conclusión

Construir una cultura de retroalimentación efectiva que fomente el crecimiento personal y profesional es un proceso continuo que requiere compromiso y dedicación por parte de todos en la organización. Al enfocar la retroalimentación en la exigencia continua, la confianza en las capacidades del colaborador y una comprensión profunda del contexto, los líderes pueden crear un entorno donde cada individuo se sienta valorado y motivado para alcanzar su máximo potencial. Esta cultura no solo beneficia a los empleados, sino que también impulsa el éxito y la sostenibilidad de la organización en su conjunto.